Es preocupante observar cómo, en nuestros medios periodísticos, se reporta que "la justicia" de otros países legitima injusticias y violaciones de derechos fundamentales, simplemente porque se trata de "No justicia". No debemos olvidar que la condición humana, compartida por todos los habitantes de este planeta, nos agrupa en lo que podríamos llamar "grupos de interés". A lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo "el poder" engaña "al pueblo", utilizando artimañas y aprovechándose de la sumisión y la facilidad con la que muchas personas son manipuladas. Lo sorprendente, sin duda, es que "el miedo" a disentir de quienes detentan el poder sea tan "palpable". Surge la pregunta: ¿qué te puede pasar al disentir?
Un ejemplo reciente de esta inquietante realidad es el caso del juez Fernando Presencia, quien desde el 31 de junio de 2023 se encuentra encarcelado por denunciar la presunta existencia de dinero a nombre de jueces españoles en paraísos fiscales. Es importante recordar que existe la Ley 2/2023, que protege a quienes denuncian actos de corrupción, (basada en la transposición de la directiva europea de 2019), la cual prohíbe represalias contra los denunciantes de corrupción. Sin embargo, parece que nuestros jueces desconocen o ignoran deliberadamente esta ley.
Este caso tiene similitudes con el de Alexei Navalny, un líder opositor ruso encarcelado (y tristemente fallecido en prisión) por liderar una organización que recibía importantes donaciones para oponerse al régimen de Vladimir Putin. Navalny denunció la corrupción sistemática en su país y pagó con su libertad, y eventualmente con su vida, por atreverse a desafiar al poder establecido. Ambos casos ilustran cómo la justicia puede ser utilizada como herramienta de represión en lugar de ser un pilar para la defensa de los derechos fundamentales.
Mientras tanto, nuestra justicia(local) evita que un miembro de una mara sea extraditado a El Salvador, argumentando que en dicho país no se cumplen los requisitos mínimos de derechos humanos (El Mundo, 10-5-2024). Esto contrasta fuertemente con la situación interna, donde las denuncias contra el poder a menudo resultan en persecución en lugar de protección, lo que refuerza la idea de que vivimos en una sociedad donde los poderes establecidos engañan a la ciudadanía, priorizando sus intereses ("cosa nostra") por encima de las reglas básicas de convivencia y justicia.
Para quienes quieran repasar uno de los episodios más atroces de la historia de la humanidad, "el Holocausto nazi", es revelador preguntarse cuántos jueces se atrevieron a defender a los judíos de su destino atroz. La respuesta es clara: ninguno. Esto nos recuerda que la justicia, cuando se pliega ante el poder, deja de ser justicia, convirtiéndose en un mecanismo de opresión en lugar de protección de los más vulnerables.
En resumen, los ejemplos actuales y pasados nos muestran que la justicia, en muchos casos, se ve distorsionada por el poder, y que la falta de resistencia a la injusticia solo perpetúa un ciclo de abuso y represión. Es nuestra responsabilidad, como sociedad, cuestionar y desafiar estas dinámicas, para asegurar que la justicia cumpla su verdadero propósito: proteger los derechos de todos, sin importar su posición frente al poder.