La monarquía y la dictadura, son sistemas jerárquicos extremos, representan ejemplos evidentes de concentración excesiva de poder en una sola persona o un pequeño grupo de élite: Corea del Norte, Afganistán, Cuba.. son ejemplos actuales. Existen otros países llamados "democráticos", en donde continúan existiendo estructuras jerárquicas que, en la práctica, socavan los principios de pluralidad, transparencia y control que deberían definir a una verdadera democracia. Es grotesco y profundamente desalentador observar cómo estos sistemas "de facto jerárquicos" perpetúan vicios: concentración del poder, la corrupción y la falta de rendición de cuentas. Ejemplos actuales son: Venezuela y Rusia, ... ¿España también?
1. El Poder Ejecutivo: Jerarquía y Dependencia
El poder ejecutivo, que incluye ministerios como el fiscal, el militar y los cuerpos de seguridad del Estado, opera bajo una estructura profundamente jerárquica. Esto implica que sus decisiones, en última instancia, dependen del gobierno central. Aunque esta centralización puede parecer funcional para la toma de decisiones, también presenta riesgos significativos. La jerarquía limita la independencia de estas instituciones y fomenta la subordinación política, lo que reduce su capacidad para actuar de manera imparcial y en beneficio del interés general.
Cuando estas estructuras están al servicio de los intereses de quienes gobiernan, se crea un entorno propicio para el abuso de poder y la falta de transparencia, debilitando el principio de separación de poderes.
2. El Poder Legislativo: Un Pluralismo en Crisis
El poder legislativo, que debería ser un espacio de pluralidad y debate democrático, sufre de un problema estructural profundo: el interés compartido de los principales partidos políticos en mantenerse o alternarse en el poder. Este funcionamiento oligárquico lleva a que las reformas profundas y necesarias en su estructura sean prácticamente imposibles, ya que implicarían poner en riesgo su propio sistema de privilegios.
Por ejemplo, el sistema de listas cerradas y bloqueadas favorece la disciplina de partido sobre la representación directa de los ciudadanos. Esto refuerza la jerarquización dentro de los partidos políticos, donde las decisiones se toman en las cúpulas y los parlamentarios se convierten en meros ejecutores de las órdenes superiores. En lugar de representar a sus votantes, el legislativo opera como una extensión del ejecutivo, consolidando el poder en unas pocas manos.
3. El Poder Judicial: Una Independencia en Entredicho
El poder judicial debería ser el pilar que garantice la imparcialidad y la independencia en un sistema democrático. Sin embargo, su estructura jerárquica y los privilegios que se le otorgan, como el aforamiento, cuestionan su verdadera independencia. El aforamiento, que impide que algunos jueces y magistrados sean investigados o juzgados por tribunales ordinarios, genera una sensación de impunidad que socava la confianza ciudadana en la justicia.
Además, el proceso de selección y nombramiento de los órganos más altos del poder judicial, como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), está profundamente politizado. Esto crea la percepción de que los jueces están más preocupados por mantener buenas relaciones con los partidos políticos que por defender la justicia y el estado de derecho.
4. La Prensa y el Defensor del Pueblo: Perros Guardianes Domesticados
En una democracia sana, la prensa y el defensor del pueblo deberían actuar como contrapesos fundamentales, vigilando y denunciando los abusos de poder. Sin embargo, en España, la prensa depende en gran medida de la financiación gubernamental, lo que limita su independencia. Cuando los medios de comunicación se convierten en aliados del poder en lugar de cuestionarlo, se pierde uno de los pilares esenciales de la democracia: el derecho a una información libre y veraz.
El defensor del pueblo, aunque formalmente elegido por las Cortes Generales, a menudo actúa como un instrumento del grupo oligárquico dominante, en lugar de representar los intereses de los ciudadanos. Esta falta de autonomía refuerza la percepción de que las instituciones están diseñadas para perpetuar el status quo, más que para defender los derechos y libertades de las personas.
5. El Tribunal Constitucional: El Guardián del Inmovilismo
El Tribunal Constitucional, encargado de garantizar el cumplimiento de la Constitución, debería ser el contrapeso final en este sistema. Sin embargo, sus miembros, altamente remunerados y seleccionados en un proceso politizado, parecen más preocupados por mantener el inmovilismo que por promover cambios necesarios para fortalecer la democracia. Esta pasividad institucional refuerza la sensación de que el tribunal no actúa como un árbitro imparcial, sino como un protector de los intereses del poder establecido.
Conclusión
Las estructuras jerárquicas en una democracia, ya sean explícitas o encubiertas, representan un grave peligro para su funcionamiento. España, como otros países, enfrenta el desafío de transformar estas jerarquías en sistemas más horizontales, transparentes y participativos. De lo contrario, el sistema democrático se verá cada vez más alejado de los ideales de pluralidad y justicia, y más cerca de los vicios de las monarquías absolutas y las dictaduras disfrazadas. El verdadero progreso radica en desmantelar estas estructuras opresivas y construir instituciones que sirvan, de manera efectiva, al interés colectivo.